jueves, 19 de agosto de 2010

De un tirón! La frase más larga.

 Esa de más de mil cuatrocientas palabras que no encontraba en ÀLRDTP. Porque no pertenece a su texto: está en Contre Sainte-Beuve,  en el capítulo y página que se citan de la edición de Gallimard.

Mi curiosidad es si puede verterse al castellano tal cual, conservando la sintaxis y la puntuación. Nada más fácil que convertirla a la norma, pero también en francés el texto es un auténtico exceso y no exactamente un prodigio de elegancia sintáctica, con sus redundancias excesivas,  abuso de consecutivas, vertebrado sobre  pronombres cuyo antecedente (la race maudite) se pierde en las lejanías de una  maraña sintáctica de digresiones y enumeraciones uniformente pautadas por comas con sólo dos concesiones al punto y coma. Hipérbatos fortísimos, pero, que si se examinan con cuidado, apenas caen en el anacoluto ni yerran en la complicadísima consecutio temporum. ¡Qué pasión y qué audacia!

Proust, tan quisquilloso en punto a sintaxis, escribiendo a sus amigos para comentar las menudas faltas de propiedad que aparecían en las obras por ellos publicadas! No cabe duda de que este fragmento está compuesto así intencionadamente y que le habría sido más fácil ritmarlo como hace cuando lo retoma en Sodome et Gomorrhe I. Además, el mismo Proust es consciente de la desmesurada extensión de sus periodos gramaticales. En una carta de 1905 a Robert Dreyfus: ".... me siento obligado a tejer estas largas hebras de seda tal como las hilo, y si abreviara mis frases resultarían trocitos de frase, no verdaderas frases" .

Hago el experimento y no sé si contravengo la máxima de traducción: “tan literal como sea posible, tan libre como sea necesario”. Entiendo que en este caso la literalidad sintáctica es lo necesario para trasladar el sentido de esta enormidad.  Además confieso que es también mi preferencia: detesto esas traducciones que se dedican a “mejorar” al traducido o lo hacen hablar como un castizo del idioma de recepción. El personal sentido de lo castizo de cada traductor nos ha proporcionado algunas versiones que dios nos valga! El respeto a su lengua y a la mía hace que no tenga ningún propósito de castellanizar a Proust.
Las 1411 palabras francesas arrojan 1293 en esta versión.
Doy, al final, el texto original.


LA RAZA MALDITA (Fragmento)
Contre Sainte - Beuve. Gallimard. Folio essais. 249, 253

Raza maldita ya que lo que es para ella el ideal de la belleza y el alimento del deseo es también el objeto de la vergüenza y el temor al castigo, y obligada a vivir hasta en los banquillos del tribunal a los que llega como acusada y delante de Cristo en la mentira y el perjurio, porque su deseo sería de alguna manera, si supiera comprenderlo, inadmisible, dado que amando sólo al hombre que no tiene nada de mujer, al hombre que no es “homosexual”, no es ese quien pueda saciar un deseo que tal raza no debía poder experimentar por él más que él por ella si el deseo de amor no fuera un gran mentiroso y no prestara a la más infame “tía”(1) la apariencia de un hombre, de un auténtico hombre como los demás, que milagrosamente sería presa de amor o de condescendencia para con ella, raza obligada como los criminales a ocultar su secreto a quienes más ama, temiendo el dolor de su familia, el desprecio de sus amigos, el castigo de las leyes de su país; raza maldita, perseguida como Israel y como ese pueblo terminando, en el oprobio común de una abyección inmerecida, por adquirir unos caracteres comunes, la apariencia de una raza, al llegar a tener todos sus miembros ciertos rasgos físicos que a menudo repugnan aunque a veces sean bellos, unos corazones de mujer amorosos y delicados, pero también una naturaleza femenina sospechosa y perversa, coqueta y chismosa, facilidad de mujer para brillar en todo, incapacidad de mujer para sobresalir en nada; excluidos de la familia, con quien no pueden manifestarse en entera confianza, de la patria a cuyos ojos son criminales clandestinos, de sus propios semejantes, a quienes inspiran el desagrado de reconocerse, la advertencia de que lo que creían un amor natural es una locura enfermiza y también esa femineidad que les repugna, corazones amantes sin embargo, excluidos de la amistad porque sus amigos podrían sospechar que no es amistad pura lo que se experimenta por ellos pero tampoco comprendidos si confesaran que lo que sienten es otra cosa, objeto ora de un desconocimiento ciego que no los ama más que ignorándolos, ora de una repugnancia que los incrimina en lo que tienen de más limpio, ora de una curiosidad que intenta explicarlos y los comprende al revés, elaborando respecto a ellos una psicología de soldado de infantería (2) que, incluso creyéndose imparcial es tendenciosa y admite a priori, como esos jueces para quienes un judío es por naturaleza traidor, que un homosexual es fácilmente un asesino; como Israel buscando lo que no son y lo que nunca será suyo, pero experimentando los unos por los otros, por encima de las aparentes maledicencias, rivalidades y desprecios del menos homosexual por el más homosexual, como el más desjudaizado por el judío, una solidaridad profunda, en una especie de franc-masonería que es más vasta que la de los judíos porque lo que de ella se conoce es nada y sin embargo se extiende hasta el infinito más poderosa, por otra parte, que la verdadera fanc-masonería porque se asienta sobre una conformidad de naturaleza, una identidad de gustos, de necesidades, por decirlo así de reconocimiento y de comercio, con el granuja que le abre la portezuela del coche, o más dolorosamente a veces con el prometido de la propia hija y a veces, amarga ironía, con el médico que pretende que lo cure de su vicio, con el hombre de mundo que lo veta en el círculo, con el cura que lo confiesa, con el magistrado civil o militar encargado de interrogarlo, con el soberano que lo hace perseguir, y argumentando estúpida y continuamente con una satisfacción constante (o irritante) que Catón era homosexual igual que los judíos argumentan que Jesucristo era judío , sin comprender que no había homosexuales en la época en que la costumbre y el buen tono eran convivir con un hombre joven igual que hoy lo es mantener a una bailarina, en la que Sócrates, el hombre más moral que hubo jamás, hizo bromas escabrosas sobre dos jovencitos sentados juntos, bromas completamente naturales como se hacen a un primo y una prima que parecen estar mutuamente enamorados y que son más reveladoras de un estado social que de teorías que podrían ser sólo personales, igual que no había judíos antes de la crucifixión de Jesucristo, hasta el punto de que, por original que resulte, el pecado tiene su origen histórico en una disconformidad posterior al concepto; pero probando entonces por su resistencia a la predicación, al ejemplo, al desprecio, a los castigos de la ley, una disposición que el resto de los hombres saben tan fuerte y tan innata que les repugna más que los crímenes que necesitan una lesión de la moralidad, porque los crímenes pueden ser ocasionales y cualquiera puede comprender el acto de un ladrón o un asesino pero no de un homosexual; parte, así pues, repudiada de la humanidad, pero, sin embargo, miembro esencial, invisible, innumerable de la familia humana, sospechado donde no está, expuesto, insolente, impune donde no se lo conoce, en todas partes, en el pueblo, en el ejército, en el templo; en el teatro, en presidio, sobre el trono, desgarrándose pero sosteniéndose, no queriendo conocerse, pero reconociéndose y adivinando un semejante del que sobre todo no quiere confesarse a sí mismo – menos aún que lo sepan los demás – que sea su igual, viviendo en la intimidad de aquellos a quienes la vista de su crimen, si un escándalo se produjera, volvería, como la vista de la sangre, feroces como las fieras, pero como el domador, al verlos pacíficos en la sociedad, jugando con ellos, hablando de homosexualidad, provocando sus gruñidos, porque nunca se habla tanto de homosexualidad como delante de un homosexual, hasta el día infalible en que, tarde o temprano, será devorado, igual que el poeta recibido en todos los salones de Londres, (3) perseguidos él y sus obras, sin que se le pudiera encontrar un lecho donde dormir ni un teatro donde representarlas, y después de la expiación y la muerte, ya con una estatua erigida sobre la tumba, obligado a travestir sus sentimientos, a cambiar todas sus palabras, a cambiar al femenino sus frases, a dar conscientemente excusas a sus amigos, a la cólera de ellos, más embarazado por la necesidad interior y el orden imperioso de de no creerse presa de un vicio que por la necesidad social de no dejar ver sus gustos; raza que pone su orgullo en no ser una raza, en no ser diferente del resto de la humanidad para que su deseo no se le represente como una enfermedad, su realización misma como una imposibilidad, sus placeres como una ilusión, sus características como una tara hasta el punto que estas páginas, las primeras, puedo decirlo, desde que hay hombres y que estos escriben, que se le hayan consagrado en espíritu de justicia por sus méritos morales e intelectuales, que no están como se dice afeados en ella, de piedad por su infortunio innato y por sus desdichas injustas, serán las que ella escuche con más cólera y que leerá con el sentimiento de mayor pena, porque si en el fondo de todos los judíos hay un antisemita al que se halaga más si se le considera un cristiano aunque se le encuentren todos sus defectos, en el fondo de todo homosexual hay un antihomosexual a quien no se puede infligir mayor insulto que reconocerle los talentos, las virtudes, la inteligencia, el corazón, y en suma, como a cualquier carácter humano el derecho al amor bajo la forma que la naturaleza nos (4) haya permitido concebirlo, aunque, para decir verdad se está obligado a confesar que esta forma es rara, que estos hombres no son iguales a los demás. (5)


1. En esta época el término homosexual no era de curso legal en Francia. Recién importado de Alemania se dudaba en utilizarlo.En francés se empleaba el coloquialismo "tante": así el primer capítulo de Sodome et Gomorrhe se titula La race des tantes.

2. Soldado de infantería. La traducción no ofrece duda, pero el sentido se me escapa.

3. Alusión indudable a Oscar Wilde, muerto en 1900, ocho años antes de la redacción de Contre Sainte-Beuve.

4 "nos" pot "le". Anacoluto que no me atrevo a subsanar por razones evidentes

5. Contradicción flagrante: con esta última frase el autor cae en lo que está criticando.


Original
Race maudite puisque ce qui est pour elle l´idéal de la beauté et l'aliment du désir est aussi l'objet de la honte et la peur du châtiment, et qu'elle est obligée de vivre jusque sur les bancs du tribunal où elle vient comme accusée et devant le Christ, dans le mensonge et dans le parjure, puisque son désir serait en quelque sorte, si elle savait le comprendre, inadmissible, puisque n'aimant que l´homme qui n'a rien d'une femme, l'homme qui n'est pas « homosexuel », ce n'est que de celui-là qu'elle peut assouvir un désir qu'elle ne devrait pas pouvoir éprouver pour lui, qu'il ne devrait pas pouvoir éprouver pour elle, si le besoin d'amour n'était pas un grand trompeur et ne lui faisait pas de la plus infame  tante » l`apparence d´un homme, d'un vrai homme comme les autres, qui par miracle se serait pris d'amour ou de condescendance pour lui, puisque comme les criminels elle est obligée de cacher son secret à ceux qu´elle aime le plus, craignant la douleur de sa famille, le mépris de ses amis, le châtiment de son pays; race maudite, persécutée comme Israël et comme lui ayant fini, dans l´opprobre commun d´une abjection imméritée, par prendre des caractères communs, l´air d'une race, ayant tous certains traits caractéristiques, des traits physiques qui souvent répugnent, qui quelquefois sont beaux, des cœurs de femme aimants et délicats, mais aussi une nature de femme soupçonneuse et perverse, coquette et rapporteuse, des facilités de femme à briller à tout, une incapacité de femme à exceller en rien; exclus de la famille, avec qui ils ne peuvent être en entière confidence, de la patrie, aux yeux de qui ils sont des criminels non découverts, de leurs semblables eux-mêmes, à qui ils inspirent le dégoût de retrouver en eux-mêmes l´avertissement que ce qu´ils croient un amour naturel est une folie maladive, et aussi cette féminité qui leur déplaît, mais pourtant cœurs aimants, exclus de l´amitié parce que leurs amis pourraient soupçonner autre chose que de l”amitié quand ils n éprouvent que de la pure amitié pour eux, et ne les comprendraient pas s'ils leur avouaient quand ils éprouvent autre chose, objet tantôt d'une méconnaissance aveugle qui ne les aime qu´en ne les connaissant pas, tantôt d´un dégoût qui les incrimine dans ce qu´ils ont de plus pur, tantôt d'une curiosité qui cherche à les expliquer et les comprend tout de travers, élaborant à leur endroit une psychologie de fantassin qui, même en se croyant impartiale est encore tendancieuse et admet a priori, comme ces juges pour qui un Juif était naturellement un traître, qu´un homosexuel est facilement un assassin; comme Israël encore recherchant ce qui n”est pas eux, ce qui ne serait pas d'eux, mais éprouvant pourtant les uns pour les autres, sous l´apparence des médisances,des rivalités, des mépris du moins homosexuel pour le plus homosexuel comme du plus déjudaïsé pour le petit Juif, une solidarité profonde, dans une sorte de franc-maçonnerie qui est plus vaste que celle des Juifs parce que ce qu'on en connaît n'est rien et qu'elle s´étend à l'infini et qui est autrement puissante que la franc-maçonnerie véritable parce qu´elle repose sur une conformité de nature, sur une identité de goût, de besoins, pour ainsi dire de savoir et de commerce, en voiture dans le voyou qui lui ouvre la portière, ou plus douloureusement parfois dans le fiancé de sa fille et quelquefois avec une ironie amère dans le médecin par qui il veut faire soigner son vice, dans l'homme du monde qui lui met une boule noire au cercle, dans le prêtre à qui il se confesse, dans le magistrat civil ou militaire chargé de l´interroger, dans le souverain qui le fait poursuivre, radotant sans cesse avec une satisfaction constante (ou irritante) que Caton était homosexuel, comme les Juifs que Jésus-Christ était Juif, sans comprendre qu”il n'y avait pas d'homosexuels à l'époque où l´usage et le bon ton étaient vivre avec un jeune homme comme aujourd'hui d'entretenir une danseuse, où Socrate, l´homme le plus moral qui fût jamais, fit sur deux jeunes garçons assis l”un près de l”autre des plaisanteries toutes naturelles comme on fait sur un cousin et sa cousine qui ont l´air amoureux l´un de l'autre et qui sont plus révélatrices d'un état social que des théories qui pourraient ne lui être que personnelles, de même qu'il n'y avait pas de Juifs avant la cruciñxion de jésus-Christ, si bien que pour originel qu'il soit, le péché a son origine historique dans la non-conformité survivant à la réputation; mais prouvant alors par sa résistance à la prédication, à l´exemple, au mépris, aux châtiments de la loi, une disposition que le reste des hommes sait si forte et si innée qu´elle leur répugne davantage que des crimes qui nécessitent une lésion de la moralité, car ces crimes peuvent être momentanés et chacun peut comprendre l´acte d'un voleur, d'un assassin mais non d´un homosexuel; partie donc réprouvée de l´humanité mais membre pourtant essentiel, invisible, innombrable de la famille humaine, soupçonné là où il n'est pas, étalé, insolent, impuni là où on ne le sait pas, partout, dans le peuple, dans l´armée, dans le temple; au théâtre, au bagne, sur le trône, se déchirant et se soutenant, ne voulant pas se connaître mais se reconnaissant, et devinant un semblable dont surtout il ne veut pas s'avouer de lui-même - encore moins être su des autres – qu´il est le semblable, vivant dans l´intimité de ceux que la vue de son crime, si un scandale se produisait, rendrait, comme la vue du sang, féroces comme des fauves, mais habitué comme le dompteur en les voyant pacifiques avec lui dans le monde à jouer avec eux, à parler homosexualité, à provoquer leurs grognements si bien qu'on ne parle jamais tant homosexualité que devant l´homosexuel, jusqu'au jour infaillible où tôt ou tard il sera dévoré, comme le poète reçu dans tous les salons de Londres, poursuivi lui et ses oeuvres, lui ne pouvant trouver un lit où reposer, elles une salle où être jouées, et après l´expiation et la mort, voyant' s'élever sa statue audessus de sa tombe, obligé de travestir ses sentiments, de changer tous ses mots, de mettre au féminin ses phrases, de donner à ses propres yeux des excuses à ses amitiés, à ses colères, plus gêné par la nécessité
intérieure et l´ordre impérieux de son vice de ne pas se croire en proie à un vice que par la nécessité sociale de ne pas laisser voir ses goûts; race qui met son orgueil à ne pas être une race, à ne pas différer du reste de l´humanité, pour que son désir ne lui apparaisse pas comme une maladie, leur réalisation même comme une impossibilité, ses plaisirs comme une illusion, ses caractéristiques comme une tare, de sorte que les pages les premières, je peux le dire, depuis qu'il y a des hommes et qui écrivent, qu´on lui ait consacrées dans un esprit de justice pour ses mérites moraux et intellectuels, qui ne sont pas comme on dit enlaidis en elle, de pitié pour son infortune innée et pour ses malheurs injustes, seront celles qu'elle écoutera avec le plus de colère et qu´elle lira avec le sentiment le plus pénible, car si au fond de presque tous les Juifs il y a un antisémite qu´on flatte plus en lui trouvant tous les défauts mais en le considérant comme un chrétien, au fond de tout homosexuel, il y a un anti-homosexuel à qui on ne peut pas faire de plus grande insulte que de
lui reconnaître les talents, les vertus, l´intelligence, le cœur, et en somme comme à tout caractère humain, le droit à l´amour sous la forme où la nature nous a permis de le concevoir, si cependant pour rester dans la vérité on est obligé de confesser que cette forme est étrange, que ces hommes ne sont pas pareils aux autres.

Sevilla, agosto de 201
Etiqueta. Traducciones

viernes, 6 de agosto de 2010

Para Tgandara

 
Tus objeciones son razonables, pero aquí expreso criterios míos y se da el caso de que la literatura, el arte, que prefiero es la enigmática, la que insistentemente hace que el lector se plantee preguntas, no la que explica, promueve historias consumibles y aceptación del punto de vista autoral. Por eso, es cierto, no quiero a los personajes y nunca me ha hecho llorar una novela. Me conmueven de otra manera.

Pienso que si la lectura fuera distracción y consenso sería de la misma naturaleza que cualquier acto de consumo o curiosidad chismosa.  Y para posibles respuestas (por muy antiproustiano que esto sea) mejor la ciencia.

La actividadidad que acepto como destinataria es el enfrentamiento con el discurso formal-temático que el autor plantea. El estilo es para mí, como para Proust  (más o menos, cito de memoria)  la marca de transformación que el pensamiento del autor hace sufrir a la realidad y a la lengua. Pero que ambas cosas me admiren e interesen mucho no significa que me identifique con las que un autor propone

El lenguaje que uso para hablar de la literatura? No es el único posible. Se puede ir desde el de La Rueda de Virgilio al de la escuela idealista. Yo prefiero, para esto, terminología de contornos más precisos 

De todas formas, gracias por  debatir estas cosas; que nos interesen ya es tener algo en común ¿No crees?
 Agosto de 2010
mcmejias