viernes, 16 de septiembre de 2011

La Recherche en el procesador de texto

Hace unos días releía El lenguaje como trabajo y como comercio. (F. Rossi Landi. Argentina 1975. 63 pág) curiosa de comprobar si para la explotación de los procedimientos de escritura mediante ordenador, también serían válidos los criterios de Rossi Landi sobre producción y capital lingüístico pero, sea por lo previsible  de las conclusiones del ensayo, por lo forzado de haber adaptado, sí o sí, los más altos y abundantes postulados teóricos a una argumentación simple, o por lo lejanos que parecen ya esos “planteos estructurales", que así se llama la colección, el opusculito me aburría y, a la vez, me distraía hacia la sensación nebulosa del trasfondo en el que se va dibujando otra idea.

Ante todo cumplamos con parroquia: Ferruccio Rossi Landi es un teórico importante del lenguaje de los años 60 del pasado siglo. Dentro del pensamiento del materialismo histórico, trabaja en lo que él mismo describe como “una expedición sobre un territorio inexistente”: el de la confluencia de la lingüística con la filosofía analítica y la teoría marxista. Su filosofía del lenguaje, en la base de los primeros estudios de semiótica no metafísica, ha tenido amplio seguimiento, por ejemplo en Umberto Eco.

Yo lo leí en los años ochenta con más esfuerzo que fruto. Mi cultura filosófica no daba para tanto y, además, ¿qué podía esperarse de una casi incondicional de Barthes, al que la escuela de R.L. tilda ¡nada menos! que de de cripto-reaccionario? En los préstamos que aquí deba a la obrita de referencia, me confieso de trivialización y paráfrasis.

Y devuelto al césar lo que es del césar revenons à nos moutons.


La sensación dicha al principio se concretó: se me apareció Marcel Proust (a mí se me aparece Proust, como Pessoa se aparecía a Ricardo Reis), dispuesto a componer La Recherche en un procesador de texto.

¡Qué cataclismo para la obra y todo su universo artístico, social, lingüístico y económico! En el lenguaje telepático propio de la situación me apresuré a tratar de disuadir al fantasma benévolo, argumentando bajo la influencia de lo que acababa de leer. Puede que él recibiera la idea con atención, pero contestar no contestó nada, así que aproveché mi incursión en el universo paralelo abusando de su silencio.


“ - El artilugio electrónico este es muy interesante, pero ¿aportaría algo a usted que ha amado los coches, pero nunca se le ha ocurrido conducir uno, ha metaforizado bella y largamente el teléfono, pero ha preferido que fuese Céleste la encargada de telefoner, ha usado el telégrafo, pero fue víctima de sus equívocos?…Un buen lector de la Recherche podría recordar que usted, Monsieur, da importancia incluso al significado de la caligrafía como expresión personal “…cada persona, hasta la más humilde, tiene bajo su poder esos pequeños seres familiares a la vez vivos y acostados en una especie de letargo sobre el papel, los caracteres de su escritura que son exclusivamente suyos” (IV 105). Está seguro de querer utilizar ese chisme?


Un artista es alguien que crea su propio remolino y que es responsable de mantenerse en él a flote. Esa es su nobleza y su esfuerzo: ese debatirse es la fundación del yo autoral y el mapa del viaje entre ese yo y “lo otro”, la huella en el producto de la búsqueda de una verdad subjetiva y la expresión de la elección estética, cosas ambas que tanto le importan.
Produciendo el texto con el ordenador usted daría la falsa imagen del autor que flota tranquilo eludiendo comunicar la responsabilidad de haber creado el vórtice y el esfuerzo de no ahogarse. Peor: usted mismo destruiría las pruebas, dinamitando su laboratorio secreto, para mostrar la obra como la superficie tersa del lago que oculta el cráter insospechado. Es eso lo que pretende ?


Sus lectores somos afortunados de que no haya ocurrido así. El rastro de los estados previos de su texto y de la idea existe materialmente. El crítico lo investiga, los genetistas de la obra, los historiadores, los lingüistas, los biógrafos encuentran en él sus materiales y los ponen a disposición de del lector alimentando la posteridad de la obra de arte, según usted única posteridad del artista.


Y eso en general, pero en esta obra y para esa raza extendida (¿otra race maudite?) de los proustianos significa mucho. Qué sería de ellos sin la documentación ingente que queda de la composición de La Recherche? Los cuadernos, los borradores, las sucesivas mecanografías corregidas, las pruebas de imprenta nuevamente modificadas constituyen una gran parte del sentido. No sólo introducen en la historia de su trabajo de escritor. Dejan ver el forjarse del discurso, permiten participar en el juego laberíntico de la construcción de una novela. Muestran el camino entre los vestigios embrionarios de idea y propósito y los cambios de rumbo que conducen a un tema y un estilo, a un significado ideológico y artístico, al esfuerzo del autor vinculado a la intencionalidad y la complejidad de esa producción.


Imaginarlo a usted, Monsieur, dando forma a su obra en un procesador de texto, modificando, suprimiendo sobre la marcha supone tal vuelco en la comunicación, en las relaciones sociales, económicas y lingüísticas de su creación literaria que esta resultaría otra.


Quizás en la industrialización del producto impreso alguien habría salido ganando: los primeros y arrojados editores de La Recherche, Calmette, Gallimard, el bueno de Jacques Rivière se habrían ahorrado un calvario, pero los lectores nos habríamos visto privados de la solidez de las buenas ediciones críticas. Incluso de muchos pasajes del argumento desechados en la versión definitiva (si es que tal cosa existe)


Aun adoptando una actitud puramente formalista, aquella que acepta que los valores estéticos (la forma lingüística, la composición, la estructura), pueden sostenerse por su cuenta y que el juicio del arte puede ser aislado de consideraciones como las éticas y sociales que trata Rossi Landi, coincidimos con el filósofo del lenguaje en que una obra se forma en la dialéctica de la satisfacción de necesidades, en el proceso durante el cual se instituyen las relaciones de trabajo y producción y que la complejidad del trabajo está determinada por la complejidad de la necesidad. Ahora bien: la complejidad de su trabajo sería muy distinta si La Recherche hubiera sido elaborada en un procesador de texto. No sólo su escritura habría sido distinta. El resultado final también. También el comercio establecido con los destinatarios.


Dudo de que usted, Monsieur, procesador en ristre… hubiera sido un “poeta persa en una garita de portero”. Aunque Barrés usara esta expresión aludiendo a la construcción de una obra exquisita con materiales de la vida cotidiana, Rossi Landi entendería seguramente que la portería es la lengua de uso común y que todo autor, sea más o menos especial, irremediablemente escribe desde esa garita de conserje, llegue o no a convertirse o a ser comprendido como un poeta “persa".

Por el contrario, la escritura móvil y deslocalizada del procesador, la automatización del recurso a fuentes léxicas y referencias culturales habría convertido la loge de concierge en un palacio de cristal donde silenciosos lacayos impersonales con un gesto sencillo cambiarían el texto transportando partes del mismo de un lugar virtual a otro, comparando posibilidades de contenido y de forma, sustituyendo y suprimiendo con una acción instantánea que modificaría en tiempo real las unidades de memoria y de emulación en pantalla. Adiós a los mil borradores, a las paperoles a los becquets… Sí, también a los olvidos, a las repeticiones, a las incongruencias.
No sé, Monsieur, qué piensa usted de esto último, ignoro si le tentaría.


No digo que un procesador de texto pueda producir él solo una obra literaria. En realidad, igual que un autor, trabaja con un instrumento preexistente: la lengua, pero el corpus es muy diferente del de un hablante particular y una combinatoria externa suplanta la primitiva intencionalidad.

Rossi Landi explica cómo todo hablante ha pasado por la nursery del lenguaje donde aprende a servirse de productos y modelos ya hechos por la tradición que sólo en casos excepcionales es capaz de enriquecer. Pero el procesador de texto no es el jardín de infancia donde el hablante se forma, sino la oficina tecnológica donde, lingüísticamente adulto, vive y trabaja, y cada una de estas tipologías determina los rasgos del trabajo lingüístico.

En el primer caso, las operaciones mentales que gobiernan la producción de lo literario son fruto de una introyección individual que pone en marcha el tesoro lingüístico adquirido, sometiéndolo a una toma de conciencia por la que el habla o la escritura se convierten en un medio cuyo manejo presenta dificultades personales de expresión y comunicación, dificultades con las que los autores coetáneos de usted batallan solos. En el segundo, las operaciones mentales se externalizan y recurren a un universo más que colectivo mostrenco.

Desde luego, esta virtualidad de la escritura electrónica hubiera podido ahorrarle muchísimo esfuerzo a usted, a la obra muchas vaguedades, al lector la perplejidad en que pueden sumirlo muchos errores, menores unos, como los de esos personajes que reaparecen inopinadamente porque usted olvida haberlos hecho morir en capítulos anteriores, esos interlocutores imposibles porque el narrador habla con ellos a pesar de haber explicado antes que viajan en un coche distinto… otros de importancia para la estructura como la segmentación vacilante de la obra y sus partes. 

Ya sé cuánto tuvieron que ver en eso sus asuntos de salud y sus editores. Y seguramente esta escritura deslocalizada e inmaterial, como señal electrónica que es y que, como consecuencia lógica de la inmaterialidad del canal y de los propios textos, es transportable y participativa, inmediatamente legible a distancia y abierta a ser modificada por los destinatarios, podría haber acelerado la composición y corregido esas imperfecciones. ¿Desea usted, Monsieur, hasta ese punto la felicidad de los sufridos mártires que fueron sus editores y tipógrafos? ¿Le tienta ahorrarse el tormento de corregir dactilogramas y pruebas de imprenta?
Piense que podría ponernos en riesgo de que el criterio de otros supliera algunos “errores” gramaticales o algunos lapsus de memoria. Tal cosa ya sucedió…y no salió bien ¿Recuerda? Sólo gracias a los miles y miles de trazas que usted, Monsieur, fue dejando pudo remediarse tal desastre.

Además permita a esta lectora insistir en algo más grave: la movilidad de la escritura eléctrónica quiere decir exactamente que el texto no está fijado sobre un soporte, es virtual, frágil, existe en el ciberespacio, no sobre un soporte material y su construcción no deja huellas como lo haría sobre una hoja de papel. En este procedimiento los estados de composición de un texto no tienen interés, son, sencillamente, la manera de ensayar secuencias para obtener el texto deseado.”

A juzgar por su gesto, eso de que la construcción textual se identificara con el procedimiento de escritura no debió parecer baladí a Proust. Así que, animada como el conservador que defiende obstinadamente un monumento contra los restauradores poco fiables, ahondé en el argumento.


“- En efecto, la escritura electrónica añade un rasgo muy específico a la producción: el hecho material de escribir se vuelve autogenerador entendiendo por tal cosa que la escritura en ordenador influye o actúa sobre sí misma.


Si está pensando que la escritura siempre ha sido interactiva, (usted es un buen ejemplo, el mejor ejemplo), que quien escribe reacciona ante lo que ha escrito para transformarlo y que justamente la hipertextualidad informática facilitaría la explotación de infinitas posibilidades, permítame contarle la experiencia real de quienes hoy trabajan con este medio.


La rapidez con que las transformaciones y comparaciones pueden producirse en el ordenador modifica las consecuencias del impulso de transformación. La escritura sobre pantalla, a causa de las posibilidades permanentes de interacción se vuelve más exterior: buena parte de la actividad de quien escribe se dirige hacia la fabricación externa del texto, incluidas las posibilidades de presentación e incluso la de verificar en una inmediata copia impresa el aspecto final que tendrá el trabajo, mientras que la escritura manual y la mecánica dirigen más la atención del autor hacia el interior del texto y la reflexión crítica de los contenidos.

Incluso aspectos materiales del procedimiento que pueden parecer sin importancia la tendrían: usted vería la progresión de su texto en una pantalla  que lo desplaza en rodillo, no pasando páginas. Aunque no le hubieran  informado (seguramente lo habrían hecho) de que en la presentación de la escritura electrónica un párrafo de más de 10 líneas es un suicidio comunicativo, usted mismo lo advertiría con inquietud... Qué influencia va a tener eso en su sintaxis? Vería con agrado esas frases de cientos de palabras que son caracteríasticas de su estilo o las modificaría?


No hace falta ser R.L. para entender que el comercio lingüístico del intercambio comunicativo es un asunto social. Las consecuencias que el disponer de este nuevo tipo de escritura tienen para la circulación de mensajes, el arte y la economía no se imagina usted qué revolución han producido en las relaciones sociales de la literatura, el lenguaje y la industria de los productos impresos.

La puesta en obra del material de que se compone un idioma consiste en una planificación para satisfacer una necesidad concreta de comunicación explícita, el texto, e implícita, la intención del autor. A eso tiende el trabajo lingüístico y específicamente el literario. El locutor explota a fondo el modelo para obtener una comunicación propia que el sistema haga posible, pero no previsible Usted ha trabajado con ese criterio en los pastiches y en los textos críticos: lo que verdaderamente presenta el arte literario es el impacto de un autor sobre el modelo de la lengua.

La Recherche no es una obra fácil. Si bien la comprensión de un mensaje lingüístico se presenta en apariencia como algo natural ya que un auditor no puede dejar de interpretar en cierto modo la expresión emitida por un locutor de la misma comunidad lingüística, de ello no resulta que sea capaz de darse cuenta de la complejidad por la cual se producen tales expresiones y, en consecuencia, de su alcance objetivo, dado que  los productos del lenguaje humano se caracterizan por la posibilidad de satisfacer necesidades más complicadas de las que corresponden a su valor de uso práctico. En ayuda de la descodificación de ese valor diferente de La Recherche vienen precisamente los experimentos al margen que los lectores vamos a perder si usted decide elaborarla en ese chisme electrónico.


Tales ensayos van más allá de mantener disponible el capital lingüístico que usted entrega a los destinatarios de su obra. Incrementan el tesoro lingüístico social, sirven para que el acervo logrado no se agote en actos particulares de recepción, lo que equivaldría al consumo del capital disponible, sino que retroactuan sobre el capital de la comunidad aportando innovaciones a las palabras y a las combinaciones que las rigen. En eso, el método de escritura tradicional contribuye mucho más que el electrónico a perfeccionar el intercambio gracias a la fiabilidad material de los rastros de elaboración  interna a la acción humana de la escritura.”


Me pareció que el fantasma de Proust quería volver a su limbo temporal y, asumido que, ya que estaba en su habitación, no iba a coger su sombrero y marcharse como hacía Pessoa, era yo quien debía desaparecer, así que urdí a la desesperada un colofón.


“- Entiendo, Monsieur, que le interesa más este asunto del procesador como juguete que la posibilidad de admitir extraños en el acto de su creación o de no dejar huellas. Usted es muy consciente de deber encuentros felices a las migajas previas que ha ido dispensando a la curiosidad de los lectores y a los acertijos textuales que dejó a sus exégetas futuros. Que quieran adivinarlo a usted también contribuye al trabajo y al comercio del lenguaje,a la perduración de su fama, a los fondos de archivos y la actividad de coleccionistas, al sostenimiento de los libreros y a publicaciones mil. Incluso a ciertos mensajes tan prescindibles como este que flotan en el ciberespacio”.


Parrafada excesiva, la mía y subestimación de la calidad de la materia de los fantasmas. Antes de que terminara, el ectoplasma de Proust se había desvanecido.


Sevilla. Septiembre de 2011