1 1. A dios lo que es de dios, al
césar lo que es del césar.
Zola es quien impone en literatura el término
“naturalista” a partir de los años 80 del XIX, término que había pertenecido
hasta entonces al vocabulario científico y filosófico pero, si es cierto que él
canoniza el naturalismo como escuela, no puede confundirse la tendencia con el
autor de los Rougon-Macquart y de Le
Roman experimental. Aunque Zola lo naturalice dotándolo de un propósito
y de una poética definida, no sólo el
terreno estaba perfectamente abonado, incluso la idea había sido claramente formulada
mucho antes. En el siglo XVI el término
naturalista designa al estudioso de la historia natural, y en la segunda
mitad del XIX empieza a aplicarse a la pintura. En 1863 el crítico de arte
Castagnari sugiere la emergencia de una “escuela naturalista” para la que el arte es la expresión de la vida bajo todos sus aspectos y sus grados
y cuyo único fin es reproducir la naturaleza llevándola al máximo de su
potencia y su intensidad: el arte equilibrándose con la verdad de la ciencia.
Estrictamente tampoco el naturalismo en literatura
empieza ni termina con Zola. En Francia hay una fase preparatoria a
partir, aproximadamente, de 1865, con los Goncourt y Flaubert, una segunda etapa,
central, en que Zola y su grupo de Médan formalizan los principios del arte
naturalista y lo presentan en sociedad
correspondiéndose con una oleada de novelas publicadas regularmente entre 1869 y 1893. Y un tercer
tiempo que, a partir de 1900, marca la extensión de la
estética y la ideología naturalistas a escala occidental. Unos ejemplos: Entre
1879 y 1885 Ibsen con Casa de Muñecas en Noruega,
Strindgberg en Suecia con El cuarto rojo, Pérez Galdós en España con La
desheredada, Giovanni Verga con Los Malavoglia en Italia, coinciden
con los primeros pasos del movimiento en Francia. En el comienzo mismo del
siglo XX, en Norteamérica Theodore Dreyser con La hermana Carrie,
(1900), en Alemania, Thomas Mann con Los
Buddembrook (1901), Chejov, en Rusia, con El huerto de los cerezos (1904),incorporan principios naturalistas que,
ya más como tendencia que como programa, convivirá con otras hasta la segunda guerra mundial.
En Francia
el punto alto de la curva señalado por Germinal, fue inmediatamente seguido
por una reacción antinaturalista, porque si en la Francia de finales del XIX la
etiqueta Realismo ya había tenido el rechazo de los círculos sociales más o
menos letrados, nada digamos de su exacerbación, el Naturalismo. La escuela
lanzada por Zola fue un verdadero escándalo. Seguido con entusiasmo unos años
por una generación joven, incluso esta se le revuelve: tras la publicación de La
Terre un grupo de escritores,
entonces debutantes, que se venían reclamando discípulos del maestro naturalista lanzan en primera
página de Le Figaro no una crítica ni un artículo, sino todo un manifiesto de
anatema contra Zola en que no dejan títere con cabeza: la persona, la idea, el
trabajo, el estilo, los personajes… todo lo fulminan violentamente. Conocido
como el Manifiesto de los cinco o Manifiesto antinaturalista, es un
clásico arrebato juvenil. En realidad los cinco firmantes no tenían ninguna
proximidad personal con el autor ni con su círculo de Médan, no habían
producido todavía nada notable como autores y cuando con el tiempo adquirieron
unos talento y otros renombre debieron arrepentirse de su exabrupto juvenil,
uno de ellos incluso llegó a disculparse por carta con Zola a quien
el Manifiesto le importó tan poco que ni se dignó a contestar. Aunque en los
medios literarios causó un cierto revuelo, fue una más de aquellas piedras que
dice Edmond Lepelletier: Todas las piedras que
se tiran a un escritor terminan por constituirle un pedestal sobre el que se
iza naturalmente y desde el que domina a la multitud. Llega un momento en que
las piedras ya no lo alcanzan, está demasiado alto, en vez de lapidado resulta
glorificado y es imposible ignorarlo.
De todas
formas es un síntoma del estado de la cuestión. Aunque la evolución de la estética y el pensamiento
propiciaran el cambio, a la sociedad, incluso intelectual, le cuesta aceptarlo.
Jozef Kzapsky (1896/1993) describe el panorama en que la nueva tendencia se
inscribe y las fricciones de la transición: ...el
Manifiesto Antinaturalista de los discípulos de Zola data del año 1889, y la
reacción antinaturalista alcanza al jefe mismo de ese movimiento; es el momento
de la escuela simbolista, con Mallarmé, profesor del liceo frecuentado por Proust,
como jefe, y Maeterlinck que alcanzaba un éxito mundial. Los años 1890-1900 son
el triunfo del impresionismo, el gusto por los primitivos italianos a través de
Ruskin, la ola de wagnerismo en Francia, la época de las búsquedas
neoimpresionistas que, desarrollando ciertos elementos del impresionismo,
contradicen al mismo tiempo su esencia estrictamente naturalista. En música, se
dan a conocer Debussy y su obra, paralela a las tendencias neoimpresionistas en
pintura. Son los cursos de Bergson en el Collège de France, coronados por su
Évolution créatrice, es también el apogeo de Sarah Bernhardt en el teatro.
A pesar de todo, la tendencia hizo fortuna en la
literatura finisecular del XIX e incluso en el XX. En Francia la reflexión es
larga y sin solución de continuidad. De Stendal con su espejo paseado a lo
largo de un camino a Flaubert y su teoría de una literatura expositiva, los
Goncourt preguntándose en el prologo de
Germinie Lacerteux si lo que se llaman
las clases bajas no tendrían derecho a ser noveladas, si el pueblo, ese mundo bajo el mundo, estaría
prohibido en la literatura, Balzac proponiendo en el prólogo de la Comedia
Humana un plan que abarque la historia y la crítica de la sociedad, el análisis
de sus males y la discusión de sus principios, a Zola, con su teoría de la “narración eficaz“ y… a
Proust diseccionando el funcionamiento anormal de su mundo, los escritores
entienden que la realidad social tiene
derechos específicos sobre la novela en el sentido de que esta es el género que
por excelencia encuentra su materia en
la mímesis de los hombres y de las cosas.
Y ya que acabo de usar la palabra mímesis, está
bien recordar que desde Aristóteles la reflexión occidental sobre la literatura
ha estado obsesionada con el asunto de hasta qué punto el trabajo del escritor
es un laboratorio de observación y registro de los tipos humanos y de las
patologías privadas y sociales que secretan, que en el siglo XX Barthes da por hecho que la novela es un acto
de sociabilidad y que Auerbach, precisamente en Mímesis, la representación de la
realidad en la literatura occidental mantiene que esa literatura, por
encima de fronteras y nacionalidades, se ha ido construyendo sobre la
profundización constante de la trasposición de la vida del pueblo tomada en
serio y caracterizada por una atención de principio al psiquismo observado de
las pasiones, los sentimientos, los rasgos de la normalidad y la anormalidad
psicológica, de la estructura y
funcionamiento de la sociedad en sus realidades económicas, sociales e
institucionales y, tímidamente al principio pero más atrevida de siglo en
siglo, al cuerpo y sus pulsiones.
Con todo, leer a Zola me ha sido muy interesante. Es
cierto que antes de él existía el positivismo, que hubo grandes escritores
realistas, que el panorama de la narrativa estaba cambiando, pero el
naturalismo-escuela es singular en más
de un sentido: como manifestación de las
turbulencias de la escritura literaria, como concreción de un planteamiento teórico
y sus soluciones prácticas para transitar de la temática a la poética en un momento de giro de la
historia de la literatura. Con la sociología y las ciencias naturales como
garantía de lo artístico y los personajes y grupos disfuncionales como objeto,
el problema se plantea como nuevo. Además su metodología va a contracorriente
de lo habitual: siempre los preceptos seguidos, la gramática compositiva, los
tratamientos de una obra o tendencia se producen por extracción deductiva; recuentos
y codificaciones posteriores a la realización de la misma la clasifican, o
incluso la modifican durante su composición (véase Proust). Aquí no: Primero el
plan estricto, las reglas inexorables, luego su concreción en obra. Habrá casos parecidos, pero no sé de ninguno tan radical.
No se trata de osadías temáticas o verbales que
efectivamente no serían nuevas, se trata de un pulso sostenido con la ética y
el arte en curso, a lo largo de años de esfuerzo y de reflexión, y eso sí es
obra de Zola, explícita en sus numerosos estudios teóricos que instituyen la
naturaleza de la nueva narrativa. Sólo con seleccionar en ellos unas cuantas
frases se encuentran las claves: un narrador impasible: …el autor no participa
en las emociones de los personajes, ni siquiera con el lenguaje que usa. La
composición: desaparece para dar lugar
sólo al devenir fatal de los hechos. El argumento: Ni héroe ni
intriga. Un marco social y temporal y un proceso verbal de los menudos hechos
cotidianos de un grupo de seres. La estructura: Un análisis en fragmentos.
Destruir los grandes conjuntos por el continuo retorno de pequeños episodios,
disolver el libro en la luz de una treintena de personajes igualmente planos.
El tema: la lógica de la vida en un rincón de la naturaleza vista a través de
un temperamento. ¿ A que parecen ideas muy modernas? Pues con el mismo cuidado
codifica los criterios que juzga adecuados
para hablar, contar y describir este universo.
En resumen: estudio, análisis, lógica, método y no apartarse a derecha ni a izquierda de
este plan. Zola había experimentado
con otros géneros, pero tuvo claro que el campo de tales prácticas es la
novela, (él nunca consiguió imponerse
definitivamente en el teatro, por más que lo intentó y tuvo apoyos), como dijo
E. de Goncourt , Para una investigación
aguda, para una disección llevada al límite, para la recreación de auténticos e
ilógicos seres humanos, no veo otra posibilidad que la novela.
Al César lo que es del César. Zola no extrae el
naturalismo ex nihilo, pero como movimiento codificado éste se lo debe todo: el
nombre, la poética la inserción social y artística dentro de la historia de la
literatura, un esfuerzo enorme a su servicio y su demostración en una obra
formidable de extensión y novedad.