jueves, 5 de junio de 2014

Off topic. Zola. VII


Mes Haines


Así titula Zola una recopilación (239 páginas) de ensayos críticos escritos a los 25 años en los que da un vapuleo al Parnaso francés pasado y presente.


 “Haines”: odios, rencores, antipatías, reparos…A juzgar por cómo comienza el Prefacio, Zola se refería a la acepción más intensa: El odio es santo. Es la indignación de los corazones fuertes y potentes, el desdén  militante de aquellos  a los que enfada la mediocridad y la estupidez……El odio consuela, el odio hace justicia, el odio engrandece.

 
Hay decenas de esta clase de afirmaciones en sus escritos.Su contundencia no argumentada permite a Zola usarlas, contradictoriamente, igual para atacar que para defenderse. Y es que no se puede negar la originalidad, la efectividad (y la bravuconería) del método de defensa seguido por Zola: trepar por la cuerda con que intentan ahorcarlo. Así se enorgullece cuando es él el criticado: Los ataques hieren a los que tienen la necesidad poco orgullosa de crearse simpatías. Pero el insulto es sano, es una escuela viril la de la  impopularidad. Para mantenerse flexible y fuerte nada mejor que el abucheo de los imbéciles.

 
Si me dieran a confeccionar una antología de Mes Haines figurarían en ella muchos de estos ardientes exabruptos arrojados a la cara de sus contemporáneos. Las citas descontextualizadas no me gustan pero las hay impagables, como estas referencias a los pensadores franceses: 


-    A Proudhon:  A usted no le gustan los artistas, cualquiera con personalidad le desagrada. Usted quiere aplanar al individuo para ensanchar el camino de la humanidad. Muy bien! Sea sincero. Mate al artista y su mundo será más tranquilo […….] Su definición del arte, hábilmente construida y hábilmente explotada es esta: “una representación idealista de la naturaleza y de nosotros mismos que tiene como objetivo el perfeccionamiento físico y moral de nuestra especie.”
Desde luego, usted es un hombre que  pretende que las rosas se coman en ensalada.


-   
De Montaigne:  veo en él el escéptico más temible porque es el de mejor salud y más alegre. Toda la sabiduría que el cielo le ha otorgado la ha empleado en hacer  de la duda un alimento sano y de digestión fácil.
   
-   
De Pascal:  Me he sentido espantado de mi incredulidad y más aún de sus creencias.

-   
De La Rochefocault.  Se siente en él un enemigo declarado, un observador perseverante que no os estudia más que para cogeros en falta. Es un gran egoísta, no un egoísta buena persona e ingenuo como Montaigne, sino un egoísta que se consuela de sus sufrimientos analizando los sufrimientos de los demás […..] se complace en mostrar sólo un lado de la verdad y, como ese lado es verdadero, nos engaña a fuerza de arte y nos hace aceptar como certeza completa lo que no es más que un tercio de la verdad.

 
-    De La Bruyère. Según su propia expresión sólo intenta “hacer al hombre razonable, pero por vías simples y comunes”. Por mi parte encuentro esta frase más atrevida que todos los extravíos de Pascal cuando declara que la gracia golpea donde ella quiere.

 
-  De los pensadores franceses: Son gigantes de la inteligencia ante los que nosotros nos inclinamos, pero no son profetas  y sus palabras son vanas y mentirosas.¿Qué moralista vendrá a juzgarlos a ellos y a encontrar al fin la palabra que resuelva el enigma divino?


Se ve que a esa edad Zola, que ya no creía en Dios, creía firmemente en sí mismo. Como no tengo su edad ni su seguridad, en lo que me concierne  dejaré el título de esta entrada en  “reparos”. Mis reparos. Como Zola llegó a estarlo, (1), estoy un poco cansada de los Rougon-Macquart  y ya me he extendido demasiado, pero no voy a terminar sin añadir unas cosillas. La forma de aligerar es hacer una especie de miscelánea desordenada.



El humor de Zola.   

Carece. Absolutamente. Y lo desprecia. En realidad lo que me ha suscitado de vez en cuando una sonrisa  es el exceso de seriedad en ciertas afirmaciones; se pasa y, como la mala poesía, provoca el efecto contrario. Perfectamente transcrito este rasgo por E. Lepelletier:

Como a todos los espíritus potentes, de vasto pensamiento, la broma, que es el espíritu degenerado de la vis cómica, se le escapa. Le faltaba sentido del humor…¡Hacer reir! Es falso que el que puede lo mucho puede lo poco. ¡Prohibido al Mont-Blanc encoger y hacerse montículo! Si es posible que la rana se infle hasta parecer un buey, el buey no puede reducirse hasta ser rana. Ser cómico es un don. El bufón y el payaso son otra clase de especialistas. Todos los días escritores rudimentarios, abecedarios de la literatura, novelistas primarios, o autores de vaudeville obtienen el franco éxito de la risa […..] se puede decir que el poder de divertir a las masas no es propio de las grandes inteligencias porque la burla, la alegría tienen su sede en las partes vergonzosas del intelecto. La risa es una evacuación.
 
Da un poco de risa, ¿verdad? Se alarga dos páginas, cita a Homero, a Aristóleles… me acuerdo de la tesis a contrario, que Umberto Eco ilustra con El nombre  de la rosa. De todas formas reconoce que: hay que distinguir a los crueles genios como Rabelais,  Molière, Voltaire y Beaumarchais de sus deplorables herederos.


Zola y la política

Por sus diatribas contra el II Imperio, su actividad pública (en la estela de V. Hugo) contra la pena de muerte, y más tarde, por su participación en el Affaire Dreyfus es comúnmente aceptado que  Zola es un ideólogo militante de convicciones políticas inquebrantables. No es exactamente así. Mi impresión de lectora veía a Zola como un “peleón”, una de esas personalidades que se exaltan con una idea y aunque no case sino parcialmente en su sistema de pensamiento, aunque tenga, por ignorancia o por desdén, que dejar fuera lo que no cuadra con ella, la defienden con pasión y provocación más  describiéndola que argumentándola (2)  Pues bien, esto es lo que dice su biógrafo E. Lepelletier:

Se encuentran pocos rastros de preocupaciones políticas contemporáneas en los escritos y en la vida de Zola. Teóricamente era republicano. La Fortune des Rougon, La Curée, Son Excellence Eugène Rougon, La Debâcle, no pueden más que clasificarlo entre los enemigos del Imperio, Germinal, Fecondité harían de él un socialista; Lourdes un anticlerical; Le Rêve un místico, y L´Assommoir, por el contrario, lo clasificaría tranquilamente entre los reaccionarios. Es difícil atribuirle una opinión precisa y clasificable en razón de sus diversas novelas. En artículos y periódicos no ha hecho más que rozar la política concreta y se ha limitado tanto fuera como dentro de sus afirmaciones literarias y teatrales a generalizaciones que tienen más que ver con la sociología.


No sé si a alguien le sorprenderá  que Zola sea tildado de reaccionario, pero es un sambenito que arrastra a partir del que fue su mayor éxito editorial y el que lo consagra definitivamente como autor en 1876, L´Assommoir. Mientras la izquierda critica la visión degradante del mundo de los barrios populares y ataca la novela como una obra de difamación social, entre la burguesía fue un éxito. Es comprensible y no lo es,  porque la burguesía, la aristocracia y la realeza no salen mejor parados, pero es cierto que  la intensidad con que  pinta el drama del alcohol, la actividad violenta de las costumbres  populares, la fuerza y el color de los cuadros de la vida obrera dejan completamente fuera su actividad y su descripción  como clase política, y eso no se corresponde con la realidad. Los obreros de la época en que se encuadra L´Assommoir, mayoritariamente hostiles al gobierno imperial, participaban activamente del espíritu democrático y sus votos  conseguían diputados  por las circunscripciones populares. No es ningún secreto que Zola despreciaba al vulgo. Se pueden citar cientos de ejemplos en que lo expresa abiertamente, pero creo que lo peor es que no comprendía a los obreros. Las pocas veces que quiere pintarlos con simpatía falla. En L´Assommoir  hay uno (uno sólo), Goujet, honesto, buen hijo, caritativo, sentimental, enamorado platónico y delicado  de Gervaise, adornado de todas las cualidades del corazón y del espíritu… es decir, un personaje de novela en el peor sentido de la palabra, que, más apuesto y más tonto que verosímil, retrata sin ironía ninguna al obrero del socialismo poético a lo Prudhon. 


Hay que señalar que esto es relativo a los Rougon- Macquart. Al parecer más tarde Zola se vuelve un humanitarista igual de convencido y en Travail, Verité, y Fecondité (que no he leído) Lepelletier dice que ha rehabilitado al hombre del pueblo, exaltado las virtudes obreras, idealizado al herrero, al aldeano, al maestro y pintado con colores muy sombríos el mundo burgués.

 
¿Por qué no iba a hacerlo, él que ocupó los puntos de vista más diversos sin comprometer con ninguno su modo de vida? No sé dónde he leído esta definición maliciosa: "Zola, el hombre que transportaba la dinamita pero que no se arriesgó a saltar por los aires". Bueno, seamos justos, hasta que le explotó el Affaire Dreyfus.




El estilo  de novelar 

En comentarios  anteriores me he referido a sus muchas cualidades reales de escritor, pero también tiene defectos muy notables: su discurso  literario es bastante primario, reiterativo, sin matices, sin finura; sus tramas se arrastran repitiendo episodios que no añaden complejidad hasta hacerse demasiado largas y aburridas. Lo peor es que si se trata de establecer una teoría, como es su caso, hay que fundamentarla, razonarla e ilustrarla y en lugar de hacerlo, él  procede por afirmaciones  enérgicas, cortantes y repetidas, como para afianzar una teoría que verdaderamente no instituye. A ese respecto le falta profundidad.

En realidad todo esto tiene mucho que ver con dos cosas: la formación de Zola y el momento histórico de las formas narrativas.  Él que era un buen lector de clásicos y de sus contemporáneos nunca leyó un historiador ni un filósofo. No aplicó a su observación  ninguno  de esos medios. Así desarmado entró en el campo de batalla hacia 1870 con una sola idea: tratar de la herencia biológica, hacer de ella el eje de la historia de una familia, edificar  una obra de tesis. Pero lo científico, lo histórico y lo filosófico  resultan más una fachada que un análisis.  Lo científico  es superficial,  el lento trabajo de la personalidad de sus  sujetos mera apariencia de psicología, el devenir de la peripecia que él quiere atribuir sólo a reacciones biológicas resulta a veces forzado. Creo que, en contra de sus postulados, Zola pinta más al tipo que a los hombres y mejor las pasiones, los vicios y las neurosis  que las personalidades. Por ejemplo, en L´Assommoir, nada biológico explica la interesante evolución de la personalidad de Gervaise, y su caída en el alcoholismo se desencadena por un hecho puramente accidental y externo más que por un imperativo biológico.

En cuanto a la preocupación formal y coherencia del conjunto, en contra de lo que a veces se cree, Zola trabaja mucho la continuidad y tipo de encadenamientos de la serie y  la deconstrucción de cada novela,  pero se queja de que  la crítica no lo comprende. Incluso a sus amigos tiene que explicarles algo como esto que escribe a Léon Hennique a propósito de Une page d´Amour: Temo  que esta nota dulce no produzca ningún efecto, pero será, por lo menos, algo completamente distinto a lo esperado […..] quiero en mi serie todas las notas, por eso, aunque no me satisfaga, no me arrepentiré nunca de haberla escrito. He vacilado en semejante título, pero el efecto que hace, como si se tragara un vaso de almíbar, es lo que me ha decidido. Lo mismo cuando nos extrañamos de que un sueño poético como Le Rêve haya salido de su pluma; él explica que es necesario en la línea de la saga como correspondencia antitética de la visión mística de La Faute de l´Abbé Mouret  cuya tesis complementa. (O sea que, se mire al derecho o al revés, el fanatismo religioso lleva al sinsentido y a la desgracia). 


También se duele de que se acuse a sus tramas de repetición y monotonía. A propósito de la estructura de Une page d´Amour, cuidadosamente dividida en cinco partes de cinco capítulos cada una, regidas por una descripción diferente de la misma vista de París, dice: He podido equivocarme y me he equivocado ciertamente, pues nadie ha comprendido: pero la verdad es que he tenido toda clase de buenas intenciones, cuando me he afanado en esos cinco cuadros del mismo decorado visto en horas y estaciones distintas. La Curée tiene por principio y por final dos cuadros gemelos de la multitud regresando del Bois de Boulogne que se corresponden simétricamente y retroalimentan el mismo pensamiento pero bajo una impresión diferente. En Son Excellence Eugène Rougon emplea el mismo procedimiento: las dos sesiones legislativas que abren y cierran el relato enmarcan y resumen el triunfo y la caída de Eugène Rougon  con una condensación dramática muy impresionante. Personalmente me han gustado. Lo que tal vez ocurre es que sus lectores no perciben estos efectos, bien porque son muchísimas las páginas que los separan, bien porque leían a Zola buscando los momentos picantes y morbosos que se prometían desde que una nueva obra suya comenzaba a anunciarse, o… quizás, porque el procedimiento está llevado a cabo con más voluntad que habilidad.


Un rasgo que se atribuye despectivamente a la obra de Zola es el melodramatismo. No sé: depende de lo que se entienda por tal cosa. Yo más bien lo veo como tremendismo. Si melodramático es provocar forzadamente lo lacrimoso, las desgracias de los Rougón Macquart no creo que susciten la empatía sentimental del lector por mucho que sean exageradas. Ahora bien, si lo melodrámático  es una emanación estética del sadismo, como dice Proust, puede estar justificada la atribución.


Zola y el  lector

Zola  es el autor que más vende en su momento. Así comenta una nota de su librero al editor Charpentier en 1877: Estoy muy contento de las informaciones que Labarre me ha trasladado estos últimos meses. Sepa que se han vendido: en junio 2580 volúmenes de la serie, de los cuales 1366 de L´Assommoir; en julio 3167 volúmenes número en el que L´Assommoir cuenta con 1800. Pero lo que más me alegra es la marcha de las primeras novelas. Si mantenemos este ritmo será una gran cosa.
¿Una gran cosa?  Asombroso favor del público, diría yo, sobre todo si se compara con las tiradas editoriales de alguno de sus contemporáneos más apreciados y más galardonados que él


¿Puede considerarse a Zola un escritor de masas? Seguramente que su espíritu práctico no desdeñaba el favor popular y que la fácil interpretación y la tipología de sus asuntos tuvieron, y tienen, mucho qué ver en ello (3), pero no cabe duda de que sus expectativas y relaciones literarias, su preocupación teórica y su trabajo como autor apuntan mucho más alto.

Enlazando con lo anterior y además de lo dicho sobre sus fundamentos históricos, filosóficos y psicológicos, un problema es el papel que reserva al lector y a la propia actividad receptora de este. No es que Zola no fuese severo consigo mismo en la doble vertiente ética del hacer y del mostrar, sino que su discurso narrativo cierra cualquier colaboración interpretativa porque él mismo está inmerso en el tipo de comunicación literaria que Walter Benjamin llama "relación ingenua lector/narrador", en la cual el  modo lector consiste en tomarse el relato al pie de la letra, considerándolo un trasunto de la vida, que lo compromete únicamente a reaccionar a la superficie de lo que en él pasa y a quién le pasa. Eso es lo que Zola espera de su lector y así ni se dirige a su inteligencia, ni le propone una visión del ser humano, se la impone. Aunque le impacte y le conmueva no le hace reflexionar sobre sí mismo, y lo confunde  porque  le da una sola razón sobre la naturaleza humana, y sus personajes monolíticos, reducidos a una pasión única, generalizan un mensaje dogmático, pesimista y misántropo que quizá despierte en lector un orgullo secreto de menosprecio a sus semejantes o le invite a despreciarse a sí mismo.


En perspectiva

Si clásico es aquel autor cuya obra contiene un mensaje válido para los hombres de cualquier época y generación, cabe preguntarse por la pertenencia de Zola a esta nómina  porque, sin entrar en detalles, su vigencia  hoy apenas rebasa el interés de los historiadores de la literatura. Me detengo un poco en esto.

El genio de novelar de Zola, como antes el de Balzac, es ampliamente responsable de la ilusión un poco simple que consiste en concebir una equivalencia entre la realidad social y la narración novelesca. En realidad lo significativo sería transcender ésta para saber cuál es el sentido de los hechos sociales que refleja. Balzac  todavía contemplaba un panorama relativamente sencillo, de leyes claramente inductibles y deducibles  que le permitían  interpretar en el universo de la novela a toda una sociedad,  pero inmediatamente después las interrelaciones de las clases se desarrollan y  complican hasta un grado en que será imposible observarlas en su totalidad ni convertirlas en una máquina narrativa global, cuando al lado de la sociedad burguesa organizada en torno a los ejes del beneficio económico y el orden se está constituyendo el universo proletario, mucho más complejo en estímulos difíciles de incluir en una dinámica global de la sociedad.  


Un paso más allá de Balzac, Zola sí intuye  el cambio: su ambicioso diseño intenta dar cuenta de la naturaleza de estas nuevas interacciones haciendo que la arborescencia biológica de una familia extienda sus ramas  por  todos los niveles sociales de un país. Sin embargo, la propia amplitud de su campo de observación y la naturaleza cerrada de su enfoque cientifista que atribuye el trastorno social a la personalidad individual, no a fuerzas colectivas, dificultan, que no anulan, la empresa. Yo creo que Zola detecta bien los rasgos sociales. Sencillamente, no ve más allá de su momento, pero la crisis de valores, la lucha por el poder, la movilidad social cuya dinámica son las trampas innobles de individuos que asaltan política, económica y sociológicamente el puesto de los arruinados, el gérmen y los desarrollos conjuntos del sindicalismo y la economía de mercado, la mecanización deshumanizadora, son el enérgico color social del fresco tremendo de los Rougon-Macquart.  

No porque Zola no dé pistas (no las tiene) de cómo tal  dinámica iba a desarrollarse arruinando los ideales de la fe en el progreso o dando a los grupos obreros un rostro distinto del que dibuja en Germinal, cabe pensar que su visión “naturalista”del Segundo Imperio sea desdeñable, ni cabe juzgarla con los criterios aplicables a la novela social del siglo veinte.

Y es que tales criterios no son lo mismo, no son ni parecidos.  A partir de la civilización industrial, la significación sociológica de una novela está ligada al problema del grado de omnisciencia del novelista, es decir, a la posibilidad real que tenga de conocer lo social. Ideológicamente los grandes novelistas occidentales posteriores a Zola rompen con la noción del determinismo social, y abandonan las teorías generalizantes, reducen  el campo a medios sociales concretos y rechazan hablar en nombre de los obreros. So pena de traicionar la verdad, se ven obligados  a reflejar y criticar sólo los grupos y relaciones que pueden observar directamente, universos  más restringidos que los de Balzac o los de Zola. La crítica se manifiesta  como una tendencia de los novelistas a renegar de su clase de origen a causa de su inhumanidad, su conformismo y su materialismo. Sobre todo: formalmente la narratividad  cambia por completo no sólo como arte del lenguaje y de sus aventuras lógicas y estéticas, sino como experiencia significativa y recolocación de las posiciones comunicativas de autor/lector.


Zola es lo que es: un escritor de su momento, pragmático, con personalidad, con fuerza, con imaginación léxica, entregado a la escritura, y promotor de una renovación que pronto se vio arrollada por nuevos modos del arte de narrar en base a los que sería injusto valorarlo.


Y… Fin

He dedicado un año a la lectura de Los Rougon Macquart. Y cuando digo dedicado quiero decir dedicado. No soy una lectora impresionista, más bien “feroz” como diría el propio Zola.  Reconozco no haber  leído La Débâcle , muy por encima La Terre y Le Rêve,  haber seguido mi propio orden de lectura, haberme aburrido unos ratos (pero, como alguien dijo, el aburrimiento caía desde lo más alto) y haberme sentido curiosa siempre e interesada los más. También están entre mis pecados que sin el conocimiento de la personalidad de Zola, de su manera de hacer  y su andamiaje teórico no me habría sido divertido. Buena parte de mi dedicación ha ido a sus exposiciones teóricas, su correspondencia y las exégesis y biografías que acompañan la obra, sin agotarlas, claro, que esa sería tarea de muchísimo empeño. La edición digital de Arvensa que he utilizado tiene su gracia: es antigua y anticuada, en el sentido de que todo el paratexto es contemporáneo de Zola. Por eso la elegí. La visión en y de su tiempo de sus amigos y de sus detractores aporta datos que moderan el juicio de un lector actual acostumbrado a un pacto autor/lector y a procedimientos narrativos muy diferentes, pero, sobre todo, el verbo de Zola polemizando, agrediendo y respondiendo es pura pimienta. Por otra parte los textos están cuidados y la digitalización es aceptable.

Me dejo mucho por decir, por ejemplo acerca de la apariencia romántica del más materialista de los escritores, o de su teorización sobre la dinámica paralela de capitalismo y socialismo… pero resultaría inacabable.

  Las novelas que me han gustado más han sido L´Assommoir, L´Argent y L´Oeuvre.


1. En carta a Jules Lemaître en 1890: Cierto, sí, empiezo a estar cansado de mi serie, dicho sea entre nosotros. Pero tengo que terminarla sin cambiar demasiado mis procedimientos. Después ya veré, si no soy demasiado viejo o no temo demasiado que se me acuse de cambiar de chaqueta.

 
2. Véase su “definición" del  Imperio:
Ese puñado de aventureros que acababan de robar un reino de aventuras, de negocios turbios, de conciencias vendidas, de mujeres compradas, de borrachera furiosa y total. Y en la ciudad, donde la sangre de diciembre apenas estaba lavada, crecía esta locura de placeres que iba a arrojar a la patria al cobertizo de las naciones podridas y deshonradas. (La Curée)


3. A este respecto es interesante el dato que proporciona Andrés Amorós (Novela de bolsillo, en  Introducción a la novela contemporánea. 1966): diecisiete autores han sobrepasado el millón de ejemplares vendidos en "Le Libre de Poche". Sólo uno de ellos (Zola) pertenece a la novela clásica del siglo XIX.
 
 

 Sevilla, mayo, 2014